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Los testigos desaparecen

¿Sabe usted que eso, que es lo más importante y lo más terrible, es lo único que no se puede explicar? El olor a carne quemada. ¿Qué haces con el recuerdo del olor a carne quemada? Para esas circunstancias está, precisamente, la literatura. 
(Jorge Semprún, 2000)

Hoy había pensado hablar de literatura, hay tantos libros y escritores para hablar... pero la noticia ayer de su muerte me hizo saber rápidamente que Jorge Semprún sería el primero del blog.

No hace falta contar que nació en Madrid en 1923, ni que ha muerte en París el 7 de junio de 2011. Tampoco es necesario remitirse a lo que cuenta la prensa, de si era un escritor, un intelectual, político... todo eso lo sabemos, y lo podemos releer en cualquier noticia estos días.

Son varias la novelas publicadas, y las películas realizadas (bajo su guión), ganador de premios importantes en distintos rincones del planeta pero sobre todo un superviviente, una de esas personas que parecen sacadas de un libro, que vivió todo, que fue testigo de todo, y aún así supo seguir adelante.

Hace varios años leí una entrevista suya (ayer la busqué para releerla y postearla aquí), me llamó la atención esa vida de película y sobre todo esa tranquilidad con la que explicarla, como hablar de la URSS, como hablar del exterminio nazi, del marxismo, esa revisión al siglo XX desde dentro, desde ese ser testigo y poder contarlo; en cierta manera da la sensación al leerle, que se sentía en la responsabilidad de transmitirlo, de hacernos conocedores a las generaciones futuras de lo que sucedió para no repetirlo, desde ese buen saber escribir: Exiliado en Francia, huérfano de madre desde muy temprana edad, hijo de embajador, nieto de Maura, comunista desafiante a Franco, clandestino durante un tiempo en casa del poeta Angel González, deportado al campo de Buchenwald con el número 44.904, trabajador de la UNESCO, Ministro de cultura... y todo con sencillez. Era el hombre que cuando hablaba del campo prefería recordar al hombre compartiendo el pan con el compañero, que el mal provocado.



Me gusta ese final de la entrevista, con ese sentimiento positivo:

La sociedad no puede cambiarse, pero el hombre, sí

Así pues, ¡¡¡CAMBIEMOS!!! 

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